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domingo, 16 de julio de 2017

La leyenda de Obdulio Varela

La leyenda de Obdulio Varela
Por J. CARLOS JURADO
Obdulio Varela, apodado ‘El negro jefe’, no marcó ningún gol en la final ante Brasil pero demostró que con un brazalete de capitán también se pueden ganar partidos. De hecho, mientras vistió la camiseta charrúa en un Mundial, Uruguay nunca cayó derrotada.
En el Mundial de 1950, el ‘cinco de Uruguay’ levantó el ánimo a sus compañeros cuando vio que éstos se acongojaban en el túnel de vestuarios ante el ruido ensordecedor de los 203.850 espectadores que animaban sin parar a Brasil en Maracaná. “No piensen en toda esa gente, no miren para arriba, el partido se juega abajo y si ganamos no va a pasar nada, nunca pasó nada. Los de afuera son de palo y en el campo seremos once para once. El partido se gana con los huevos en la punta de los botines", les dijo a sus compañeros.
Imagen de Obdulio Varela.
Imagen de Obdulio Varela.
Mientras los dirigentes del fútbol uruguayo se conformaban con perder por menos de cuatro goles ante Brasil, Obdulio Varela sí creía en el milagro charrúa. Por eso, cuando Friaça adelantó a la ‘canarinha’ en el minuto 48 ‘El negro jefe’recorrió treinta metros para recoger el balón del fondo de las mallas, reclamar un fuera de juego inexistente al juez de línea y dejar el cuero en el centro del campo para hablar esta vez con el árbitro del partido. Todo para acallar a las 200.000 personas que celebraban sin parar el gol de Brasil.
“Ahí me di cuenta que si no enfriábamos el partido, esa máquina de jugar al fútbol nos iba a demoler. Lo que hice fue demorar la reanudación del partido, nada más. Esos tigres nos comían si les servíamos el bocado muy rápido. Entonces a paso lento crucé la cancha para hablar con el juez de línea, reclamándole un supuesto fuera de juego que no había existido, luego se me acercó el árbitro y me amenazó con expulsarme, pero hice que no lo entendía, aprovechando que él no hablaba castellano y que yo no sabía inglés.
Pero mientras hablaba varios jugadores contrarios me insultaban, muy nerviosos, mientras las tribunas bramaban. Esa actitud de los adversarios me hizo abrir los ojos, tenían miedo de nosotros. Entonces, siempre con la pelota entre mi brazo y mi cuerpo, me fui hacia el centro del campo. Luego vi a los rivales que estaban pálidos e inseguros y les dije a mis compañeros que éstos no nos podían ganar nunca, nuestros nervios se los habíamos pasado a ellos. El resto fue lo más fácil”, así explicaba Obdulio Varela cómo cambió el destino de un partido que en principio tenía perdido Uruguay.
Al grito de “ahora sí, vamos a ganar el partido”, Uruguay inició la remontada que le llevó a proclamarse campeona del mundo. Obdulio Varela recibió el trofeo en una esquina de Maracaná de manos de Jules Rimet aunque años más tarde se arrepentiría de haber ganado aquel partido. “Si volviese a jugar esa final prefería perderla. Parecía que los dirigentes eran quienes habían ganado el trofeo", reconoció.
Y es que mientras los jugadores recibieron una medalla de plata conmemorativa y un poco de dinero, con el que Obdulio Varela se compró un Ford que le fue robado a la semana siguiente, los dirigentes de la Federación uruguaya se otorgaron a sí mismos una inmerecida medalla de oro. Aunque parezca increíble, el deportista uruguayo más importante del siglo XX falleció en la pobreza en 1996. El gobierno uruguayo se encargó de todos los gastos de su muerte pero llegó tarde para brindarle el homenaje que Obdulio Varela se merecía.
jjurado@marca.com

UN AÑO MAS CELEBRAMOS LA HAZAÑA DE MARACANAZO DONDE URUGUAY SE CONSAGRO CAMPEÓN DEL MUNDO ANTE BRASIL EN SU PROPIA CASA , HOY LO CELEBRAMOS MAS QUE NUNCA PORQUE UNO SIENTE QUE CADA VEZ ESTA MAS LEJANA LA OPORTUNIDAD DE SALIR CAMPEÓN NUEVAMENTE, PERO UN FUTBOLERO/A NUNCA PIERDE LA ESPERANZA Y MENOS SI ES URUGUAYO


sábado, 15 de julio de 2017

Con @pjmadrid84 estamos felices porque, a casi tres semanas de publicarse, el libro "Sendic, la carrera..." está número uno en ventas

SALUD

Una vida dedicada a curar corazones

Regresa experto uruguayo radicado en Estados Unidos por 30 años.
Simón Milstein. Foto: Francisco Flores
LETICIA COSTA DELGADO15 jul 2017
En 1983 Simón Milstein recibió una invitación para ir a Canadá durante seis meses. Médico recibido hacía pocos años, pasaba sus días de guardia en guardia y trabajaba largas jornadas para ganar experiencia y hacerse un lugar en el sector de las túnicas blancas, las recetas, las emergencias y salas de operaciones.
"Se estaba haciendo (en Canadá) un procedimiento nuevo, por el cual se podía identificar en qué lugares se originaban las arritmias (trastorno del ritmo cardíaco). Le abrían el pecho a los pacientes y el cirujano se ponía un electrodo en el dedo e identificaba dónde estaba el problema: mapeaba el lugar como en la batalla naval, de la A a la N y del 1 al 10 y decía "bueno en L3". Entonces iban y cortaban L3 y solucionaban el tema", ilustra Milstein recordando los hechos a la distancia.
La técnica se llamaba electrofisiología clínica y había comenzado de forma experimental en Estados Unidos y Holanda. A la tierra del Tío Sam había viajado a estudiar un médico canadiense, George Klein, quien había llevado la práctica a London, al sureste de Canadá.
"Klein no tenía a nadie para trabajar con él porque nadie quería hacer la técnica, no le veían proyección", rememora Milstein quien, cumplidos los primeros seis meses, se quedó en London tres años para realizar un posgrado en esta disciplina que a él sí le llamó la atención.
Sobre 1986 su jefe recibió un pedido de colegas de la Universidad de Minnesota que estaban interesados en aprender la técnica que trataba las afecciones en el ritmo del corazón y que había comenzado a ganar adeptos.
El uruguayo tenía las valijas prontas para regresar con su familia al Río de la Plata pero le pidieron que fuera a Minnesota a realizar las gestiones para el convenio académico. Cuando llegó lo invitaron a conocer la universidad y el campus donde trabajaría si aceptaba formar él mismo a los nuevos especialistas.
"Volví a casa, armé el mate, nos sentamos a charlar con mi esposa y le dije: mirá, me ofrecieron un trabajo al que no puedo decir que no". Llamé por teléfono a un compañero (tenía guardias previstas en Montevideo para los días siguientes) y le dije no vuelvo".
El tiempo pasó y el desarrollo de la tecnología y la investigación acumulada hicieron que aquella práctica que parecía artesanal, arriesgada y con poco futuro, se volviera precisa, efectiva y poco menos que imprescindible para resolver alteraciones en el corazón. Acaso sin pensarlo, el uruguayo acompañó el desarrollo de la disciplina a lo largo de tres décadas.
Este año, Milstein se retiró como director del Servicio de Electrofiosiología Cardíaca del Central Minnesota Heart Center, en el St. Cloud Hospital de Minnesota y un currículum de 26 carillas que indica su participación en la American Heart Association y su valoración durante ocho años consecutivos por la publicación Best Doctors, en la cual médicos eligen a colegas por los que quisieran ser atendidos en distintas especialidades.
Tras su retiro en EE.UU., volvió a Montevideo a seguir ejerciendo la práctica clínica.
—¿De aquella electrofisiología preliminar a hoy, qué diferencia hay?
—Lo que el cirujano hacía abriendo el pecho y poniendo el dedo ahora son catéteres finititos que van a través de la vena y la arteria en el corazón, identifican cuál es el problema eléctrico o envían los registros eléctricos a una computadora. La computadora recrea un mapa virtual del sistema eléctrico del corazón y señala exactamente de dónde viene el problema.
—¿Y una vez allí qué se hace?
—Una vez que sabés de dónde viene el problema ponés uno de esos catéteres en contacto con el tejido y podés congelarlo, (eso se llama crioablación), o lo podés quemar (eso se llama ablación por radiofrecuencia). La punta del catéter queda a una temperatura de 60°C, elimina una zona de 5 mm de diámetro y el problema se va. Las chances de éxito son de 95%. El paciente, en el 70-80% de los casos se va a la casa el mismo día del procedimiento.
—¿En qué casos se hace esto?
—¿Desde su llegada a Uruguay lo ha aplicado?
—Sí, a más de uno. Entre ellos hubo un paciente de 18 años, jugador de fútbol de un cuadro muy conocido. Tenía una anomalía de corazón congénita y le dijeron que no podía jugar más. Le hicimos una ablación un jueves y el lunes se reintegró.
—¿Cómo está Uruguay en esta disciplina?
—Uruguay tiene cuatro o cinco centros de electrofisiología; hay gente muy capaz que ha salido del país y se ha preocupado por formarse.
—Algunos tipos de arritmias pueden prevenirse con medicación. ¿Cómo está Uruguay en esto?
—Es muy común que se use una medicación que se llama amiodarona. Tiene efectos secundarios importantes, entre ellos fibrosis pulmonar, hipertiroidismo y problemas hepáticos; no todo el mundo los tiene pero el 8% de los pacientes sí y las chances de prevenir la fibrilación auricular son entre el 50 y el 60%. Es decir, de cada dos pacientes sabés que uno en el curso de un año va a volver con el problema.
—¿Qué se siente hacer el trabajo de la década del 80 con la tecnología de hoy?
—Al trabajar uno siente que está sentado adentro del corazón mirando todo.
—¿Y volver a trabajar acá?
—Es una aspiración de 30 años; creí que no se me iba a dar (sonríe).

CUANDO HAY ARRITMIA

Las arritmias son trastornos eléctricos del corazón. Cuando se presentan, el corazón late muy lento o muy rápido. Dado que la frecuencia cardíaca es importante para mantener la cantidad de sangre que el corazón bombea en cada minuto, cuando no bombea suficiente o cuando bombea demasiada no le llega suficiente oxígeno a los órganos vitales y los pacientes pueden tener pérdida de conocimiento o muerte súbita, entre otros problemas. Una de las arritmias más frecuentes se llama fibrilación auricular. Se produce cuando las cámaras superiores e inferiores del corazón no funcionan de forma sincronizada como deberían, sino que laten entra 300 y 400 veces por minuto y la persona experimenta una sensación de pulso irregular. La irregularidad y la rapidez del pulso hacen que no se sienta bien. Generalmente tienen fatiga. Además, mientras la sangre no está siendo propulsada como debería, se forman coágulos que, si llegan al cerebro, pueden causar un infarto cerebral. El 5% de la población por encima de 60 años tiene fibrilación auricular en Uruguay. Dado que la población es añosa, los tratamientos cobran importancia.
En Uruguay. Milstein vuelca sus conocimientos en el Cardiocentro de la Asociación Española.

ENRIQUE ALMADA


ESPALTER Y ALMADA


Desde 1960, Almada realizó sus primeras apariciones en televisión junto a figuras como Eduardo D’Angelo, Ricardo Espalter, Henny Trailes, Julio Frade, Berugo Carámbula, Andrés Redondo, Alfredo de La Peña, y Raymundo Soto.
El humorista uruguayo es recordado hasta el día de hoy por sus reconocidas participaciones en los icónicos programas humorísticos Telecataplúm, Jaujarana, Hupumorpo, Comicolor, Híperhumor, y Decalegrón.
Uno de los sketches humorísticos más recordados es el de “Toto Paniagua”, personaje protagonizado por Ricardo Espalter. En el sketche Toto (Espalter) aprendía a comportarse en la mesa, y Almada era su profesor.
Enrique Almada falleció el 29 de abril de 1990 en Buenos Aires, Argentina, víctima de cáncer.
Actualmente, Sebastián Almada (hijo de Enrique) continúa el legado de su padre y se ha convertido en uno de los artistas más destacados de la escena humorística rioplatense.

viernes, 14 de julio de 2017

Baldi dice que "Mi Mundial" mantiene inctacta la esencia de su novela Léelo en nuestra WEB
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JUANA DE AMERICA

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JUANA DE IBARBOUROU

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JUANA DE AMERICA

Juana de Ibarbourou

(Juana Fernández Morales; Melo, Uruguay, 1892 - Montevideo, 1979) Poetisa uruguaya considerada una de las voces más personales de la lírica hispanoamericana de principios del siglo XX. A los veinte años se casó con el capitán Lucas Ibarbourou, del cual adoptó el apellido con el que firmaría su obra. Tres años después se trasladó a Montevideo, donde vivió desde entonces.

Juana de Ibarbourou
Sus primeros poemas aparecieron en periódicos de la capital uruguaya (principalmente en La Razón) bajo el seudónimo de Jeannette d’Ibar, que pronto abandonaría. Comenzó su larga travesía lírica con los poemarios Las lenguas de diamante (1919), El cántaro fresco (1920) y Raíz salvaje (1922), todos ellos muy marcados por el modernismo, cuya influencia se percibe en la abundancia de imágenes sensoriales y cromáticas y de alusiones bíblicas y míticas, aunque siempre con un acento singular.
Su temática tendía a la exaltación sentimental de la entrega amorosa, de la maternidad, de la belleza física y de la naturaleza. Por otra parte, imprimió a sus poemas un erotismo que constituye una de las vertientes capitales de su producción, la cual se vio tempranamente reconocida: en 1929 fue proclamada "Juana de América" en el Palacio Legislativo del Uruguay, ceremonia que presidió el poeta "oficial" uruguayo Juan Zorrilla de San Martín y que contó con la participación del ensayista mexicano Alfonso Reyes.
Poco a poco su poesía se fue despojando del ropaje modernista para ganar en efusión y sinceridad. En La rosa de los vientos (1930) se adentró en el vanguardismo, rozando incluso las imágenes surrealistas. Con Estampas de la BibliaLoores de Nuestra Señora e Invocación a san Isidro, todos de 1934, inició en cambio un camino hacia la poesía mística.
En la década de 1950 se publicaron sus libros Perdida (1950), Azor (1953) y Romances del destino (1955). En esta misma época, en Madrid, salieron a la luz sus Obras completas (1953), donde se incluyeron dos libros inéditos: Dualismo y Mensaje del escriba. De su obra poética posterior destaca Elegía (1967), libro en memoria de su marido.
Juana de Ibarbourou ocupó la presidencia de la Sociedad Uruguaya de Escritores en 1950. Cinco años más tarde su obra fue premiada en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, y en 1959 el gobierno uruguayo le concedió el Gran Premio Nacional de Literatura, otorgado por primera vez aquel año. Su obra en prosa estuvo enfocada fundamentalmente hacia el público infantil; en ella destacan Epistolario (1927) y Chico Carlo (1944).
La poesía de Juana de Ibarbourou
La literatura uruguaya del siglo XX contó entre la nómina de sus autores con una serie de poetisas cuya obra reviste fundamental importancia: María Eugenia Vaz Ferreira, Delmira Agustini y Juana de Ibarbourou. Cada una de ellas desplegó un acento propio y característico; así, mientras Vaz Ferreira representa la altiva castidad, y Agustini la mujer en espera anhelante, Juana de Ibarbourou es el equilibrio de la entrega espontánea.
Pero es con la chilena Gabriela Mistral con quien Juana de Ibarbourou mantiene un parentesco más directo: ambas poseyeron la misma sensibilidad exquisita y arrebatadora, la misma sinceridad de pasión, la misma facilidad y sencillez en la expresión. Las separa, en cambio, el mundo anímico que expresan: Gabriela Mistral está poseída de un espiritualismo cristiano; Ibarbourou, al menos en sus primeras obras (en las últimas se aproxima al tono de la poetisa chilena), aparece loca de vida, pagana, desbordando toda ella vitalidad y sensualidad: "Tómame ahora que aún es temprano / y que llevo dalias nuevas en la mano".
En sus inicios, Juana de Ibarbourou no escapó a la influencia modernista, pero paulatinamente su poesía se desviste de pompas para ganar en efusión y sinceridad. En su producción poética encontramos una continua evolución que ha sido comparada al ciclo de la vida humana; se ha dicho que Las lenguas de diamante (1919) equivalen al nacimiento a la vida, Raíz salvaje (1922) a la apasionada juventud, La rosa de los vientos (1930) a la madurez y Perdida (1950) a la vejez. En cada uno de esos libros el paso del tiempo, en continua progresión, va adquiriendo una mayor importancia. Estampas de la Biblia (1934) y Loores de Nuestra Señora (1934) acusan una evolución religiosa.
Los sentimientos de la autora, en soledad o en diálogo con la naturaleza, constituyen la temática central de sus versos. El escritor venezolano Rufino Blanco Fombona ha dicho de Ibarbourou que su filosofía se reduce al horror a la nada; por eso concebirá a la muerte como una continuación de la vida, casi como su evolución natural. No existe un verdadero horror a la muerte; en "Vida garfio", uno de sus mejores poemas, se imagina muerta, pero, en realidad, continua sobreviviendo por el amor: "¡Por la parda escalera de raíces vivas / yo subiré a mirarte en los lirios morados!".
Nada hay menos intelectual, pues, que la lírica de Ibarbourou; todos sus pensamientos arrancan de sus propias sensaciones. La naturaleza le atrae, la siente, y habla con ella, con el río y con el árbol; les da carne y sangre y hace que aparezcan ante nosotros con sus sufrimientos y alegrías. A veces recurre para ello a atrevidas imágenes; así describe el ciprés: "Parece un grito que ha cuajado en árbol / o un padrenuestro hecho ramaje quieto".
Pero, ante todo, Juana de Ibarbourou es la voz del amor juvenil y ardoroso, de la mujer que se sabe admirada y deseada por el hombre y que lleva dentro de sí toda la fuerza de esa naturaleza que ama ("Besarás mil mujeres, mas ninguna / te dará esta impresión de arroyo y selva / que yo te doy"). Para ella el amor no es sino una forma de participación en el misterio continuo del mundo: "Somos grandes y solos sobre el haz de las campos", le dirá a su amado. Siempre se encuentra en su voz, exigida por la fuerza de sus sentimientos, una sinceridad total en el pensamiento, y al mismo tiempo la expresión violenta e ingenua de la pasión.
El aspecto más débil de su producción nos lo ofrecen sus versos narrativos, como los contenidos en Romances del destino (1955), de clara y no muy feliz influencia lorquiana. En 1967 publicó Elegía, obra dedicada a su esposo Lucas Ibarbourou, fallecido muchos años antes. Como su título indica, el libro es un apasionado pero contenido canto de amor entonado en voz baja; aunque contiene algunas exasperadas quejas, por todos los poemas cruza un dulce sosiego, una sosegada resignación. "Ahora, ¿qué hacer, caídos los dos brazos, / rodeada de crepúsculo y de bruma?", se pregunta ante su pérdida; sin embargo, algo la empuja a esperar que en alguna parte podrá recuperar aquel amor, que sigue vivo: "Nadie olvida porque yo no olvido, / y para que él no muera yo no muero".
14 de Julio del año 1865 - Nace Marie Berthe Gardes Camares, en Toulouse, Francia, madre de Carlos (Charles) Gardel

Reinstalaron los portones originales del Pasaje Salvo

Reinstalaron los portones originales del Pasaje Salvo
Desde su inauguración en 1928, el Palacio Salvo tenía dos monumentales portones de acceso al Pasaje entre Plaza Independencia y Andes. Fueron fabricados en Montevideo por el taller metalúrgico Speroni & Schiavo. Realizados en hierro fundido, cada una de sus hojas pesa 800 kg. Este jueves fueron reinstalados.
Los ojos de Rosario
Jueves 13.07.2017
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