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domingo, 13 de agosto de 2017

ILUSTRES INDIGENTES

La vejez sin escenarios: ¿Cómo se jubilan los artistas?

Morir en la pobreza es un cliché entre los artistas. Cansados de este destino, un puñado de gremios logró que una ley otorgue seguridad social a actores y músicos, pero como no se fiscaliza son pocos los que pagan los aportes. Además, dejó fuera a los más veteranos y a otras ramas del arte que ahora reclaman su lugar.
La ley que se aprobó en 2009 es parcial y no contempla a pintores cineastas y escritores. Foto: D. Borrelli
MARIÁNGEL SOLOMITA13 ago 2017
Cuando duerme, Alberto Restuccia tiene miedo de que el techo de su casa se le caiga encima. Desesperado por su economía, hace dos semanas publicó "un pedido de auxilio" en su cuenta de Facebook: "A los 75 estoy en la indigencia, se agradece una ayudita". Este dramaturgo no recibe jubilación, está enfermo y sus únicos ingresos son dos pensiones que, juntas, apenas le alcanzan para llegar a mediados de mes.
Cada vez que le preguntan por su situación habla de cimientos devastados: los del hogar humilde en el que vive y los del hogar en el que su compañía, Teatro Uno, brilló hasta 1999, cuando fue desalojado del local. Cuenta como si lo hubiera visto, aunque no estuvo allí, que hace algunos años dinamitaron el escenario y las butacas de hormigón de la sala, haciendo explotar los cristales de un bazar de la cuadra y asustando a los mozos y comensales del bar La tortuguita, otro antiguo vecino del barrio. "Era el único teatro de Uruguay que ningún incendio podía destruir. De esos escombros se levantó un gimnasio", dice con desprecio. "Un gim-na-sio, te lo juro". Desde entonces, cojeando por sus caderas heridas, actúa en bares.
Restuccia tiene 75 años y más de 100 obras registradas en Agadu. Empezó a escribir, dirigir y actuar a los 19 y ahora, sentado en una vivienda de un solo ambiente empapelada con fotografías suyas, afiches de los espectáculos que creó, recortes de prensa que lo elogian y una exposición de premios ganados, un puñado de patologías le recuerdan que ya no es joven y que en todo este tiempo que lleva subiéndose al escenario nunca realizó aportes para su seguridad social.
El suyo es un escenario cliché entre los artistas veteranos. Para demasiados colegas los aplausos en la juventud y la indigencia en la vejez van de la mano. Él, incluso, tiene la suerte de que el Estado le otorgó una pensión graciable —por su aporte a la cultura— que le asegura el ingreso vitalicio de unos $ 15.000 mensuales y además Agadu le paga casi $ 4.000 por concepto de reconocimiento autoral. "Otros ni eso", explica este actor.
Del otro lado del teléfono, Eduardo Larbanois enumera a sus maestros que murieron pobres: Alfredo Zitarrosa, Eduardo Darnauchans, Osiris Rodríguez Castillos, Aníbal Sampayo… y se detiene: "Yo me niego a terminar como ellos y que esto les siga pasando a mis compañeros", dice. Pero tal y como están las leyes, su carrera de 51 años de músico, en su mayoría sin aportes al Banco de Previsión Social (BPS), tampoco le permitirán cobrar en la caja de jubilaciones.
Para prevenir conclusiones apresuradas, Domingo Roverano, 78 años, presidente de la Asociación Uruguaya de Músicos (Audem), aclara que esto no es culpa de la bohemia sino de "una forma jurídica que impuso la dictadura". Antes, los músicos y los actores sí podían jubilarse: se los permitía una ley de 1953 (llamada Artistas y profesionales del teatro) que preveía la recaudación de aportes mediante un sueldo ficto (con un mínimo y un máximo fijado) y un sistema de cómputos por períodos anuales que aceptaba la posibilidad de que, a lo largo del año, hubiera períodos de inactividad.
"En esas épocas todos pagábamos nuestros aportes porque los patrones no trabajaban en negro", recuerda Roverano, jubilado en parte, gracias a su trabajo de músico en orquestas que eran contratadas para tocar en hoteles. Eran tiempos en que los artistas también tenían empleos fijos en canales de televisión, puestos que fueron menguando, complejizando así el destino de varios intérpretes.
La tranquilidad al pensarse anciano se terminó en 1979 cuando el acto institucional N° 9 derogó la "ley de jubilación del teatro". "A partir de ahí quedó un vacío, un hueco. Desde 1979 hasta 2009, que se promulgó la Ley del Estatuto del Artista, no teníamos cómo planificar nuestra vejez", dice Roverano.
Roberto Jones: el actor jubilado redactó junto a L. A. Heber un protecto de ley. Foto: Archivo El País
Es en esos 30 años sin legislación que quedaron atrapados artistas como Restuccia o el actor Héctor Minini, que falleció hace tres meses en una casa de salud que pagó la "Caja de Socorro" de la Sociedad Uruguaya de Actores (SUA), que también cubre los costos por exámenes médicos, odontología, lentes y alimentos para los socios que los necesiten. Agadu, por su parte, debido a la demanda creciente, creó distintos fondos de apoyo para sus asociados más viejos: 304 mayores de 60 y con 25 años de antigüedad en la asociación cobran un monto muy magro por "reconocimiento autoral".
A pesar de que desde Audem y SUA aseguran que han hecho planteos sobre estos casos ante el BPS y el Ministerio de Trabajo, todavía no hubo una solución para ellos. Mientras no aparezca, muchos de los nombres que antes resplandecían en las carteleras seguirán dependiendo de la solidaridad de sus compañeros para sobrevivir. "Creo que tiene que haber un reconocimiento del Estado por esa anulación de la ley", opina Larbanois, y agrega, "quienes asumimos la música y al teatro como una profesión durante toda nuestra vida merecemos tener una consideración".
Sergio Mautone, director de Cultura en el MEC, aclara que si bien la norma vigente no prevé la contabilización de los años sin aportes, no descarta que puedan surgir "mecanismos que ayuden a paliar situaciones para los artistas que quedaron en el intermedio". Dice que los resultados de esta ley se van a ver en unos 20 años: "Tendrá que pasar un rato todavía para que la situación se regule".

Una ley con muletas.

Unos 11 años llevó la redacción de la ley que desde 2009 brinda seguridad social a músicos, actores, bailarines y técnicos de oficios conexos (vestuaristas, sonidistas, representantes, productores, iluminadores, entre otros). Los gremios Audem, SUA y la Asociación de Danza del Uruguay (ADU) se pusieron la tarea al hombro y antes de las elecciones de 2004 visitaron a cada uno de los candidatos presidenciales. El único que no los recibió fue Tabaré Vázquez, pero en cambio les envió una carta donde se comprometía a trabajar en su situación si es que resultaba electo. Cuatro años después, cumplió.
Retomando el espíritu de la ley original, la nueva creó el Registro Nacional de Artistas y Actividades Conexas en el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, donde una comisión certificadora está encargada de aprobar el ingreso de aquellos que quieren ser amparados por esta norma. A partir de su promulgación, los artistas inscriptos podrán realizar sus aportes de forma tal que se consideren los tiempos de ensayo como jornales trabajados.
Pero, aunque la ley obliga a patrones y trabajadores a declarar sus salarios cada vez que tienen una contratación en relación de dependencia o comercial, de forma individual o colectiva, la mayoría de los artistas confiesan que lo habitual es no hacerlo. Y como ninguna oficina pública fiscaliza su cumplimiento, la evasión es un secreto a voces. Si bien desde los distintos gremios se exige que comience este tipo de control, reconocen que es una cuestión delicada, porque el interrogante es ¿a quién se debe controlar? ¿A los artistas o a quienes los contratan? Y si uno mismo es el productor del espectáculo, ¿quién ocupa el rol de patrón? Una fuente anónima plantea: "De fiscalizarse, ¿se mantendría el nivel ocupacional de los artistas o este disminuiría?".
Entre los actores las versiones son distintas. "Los que tenemos otro trabajo formal no pensamos en jubilarnos como artistas y sería un doble gasto hacer estos aportes por nuestros medios", dice el actor Fernando Amaral. Su colega, Gerardo Begérez, explica que salvo los contratos que se firman con la Intendencia de Montevideo y con el Ministerio de Educación y Cultura, "son muy pocos los teatros y los productores que trabajan con formalidad y pagan los aportes del actor". Cuando las actuaciones se dan en el under, la formalización es una utopía.
El panorama para los músicos es similar, "la diferencia es que a los que les va mejor facturan mediante empresas unipersonales que pueden mantener porque tienen ingresos buenos y constantes", explica Roverano. "A muchos productores no les importa trabajar en negro, hay representantes que ponen a un solo miembro de la banda en planilla y todo el resto ni siquiera sabe que podría estar aportando. Los músicos somos muy descuidados con estas cosas, por eso creo que hace falta una campaña de sensibilización", opina Larbanois.
Audem confía en un futuro "más limpio" y quiere empezar por proponer un arancel para los músicos que se vaya incrementando en Consejos de Salarios, negociación a la que todavía no acceden. "Habíamos conversado todo esto con Juan Castillo y le pareció bien, pero a los días renunció a su puesto como director de Trabajo", cuenta Roverano resignado.

Medias tintas.

La gran mayoría de los artistas que no pueden sostener una razón social realizan aportes mediante cooperativas. De los 5.300 asociados que tiene la cooperativa Cooparte (que reúne a músicos, actores, escritores, bailarines, productores, agentes, entre varios), solo unos 250 están en planilla de forma permanente. De los 1.500 socios de Valorarte (la cooperativa de SUA), hay 300 que hacen aportes. Coopaudem (de Audem) tiene 5.000 afiliados pero menos de 1.000 cumplen con la ley.
Como estos números hablan, Mautone, el director de Cultura, dice que desde el ministerio "se están tomando recaudos para poder avanzar en una fiscalización". Sin embargo, advierte que "está previsto que una ley que ni siquiera cumplió 10 años demore en modificar las bases de la cultura, porque muchas veces los artistas son los que se resisten a ser contratados formalmente". Así como se hizo para concientizar a las empleadas domésticas y a los trabajadores rurales, "este es un grupo con el que habrá que trabajar de manera muy sostenida para que la norma dé resultados", agrega.
Entre las razones que explican por qué esta iniciativa quedó coja, hay cuestiones culturales pero también económicas. Mario Varela, secretario de Cooparte, lo explica así: "Para que se compute un año de trabajo tenés que tener 150 aportes jornales declarados al BPS. Pero como la actividad artística es muy peculiar y no se hacen aportes a menos que te los exijan, la ley te habilita a que hagas un mínimo de cuatro aportes al año, no distanciados uno del otro por más de tres meses, y la suma de esos aportes tiene que ser como mínimo un promedio mensual de un salario mínimo por mes. Esto quiere decir que vos tenés que aportar al BPS sobre una base de unos $ 130.000 al año para que se te reconozca un año de actividad, pero la verdad es que son muy poquitos los artistas que llegan a ese número".
Entre aportes personales y patronales, Fonasa, el fondo de reconversión salarial y los gastos administrativos de la cooperativa, estar en planilla implica alrededor del 30% del salario nominal.
Según Alicia Dogliotti, presidenta de SUA, "por un lado hay que crear la cultura para que los artistas sepan que esta ley existe, la cumplan y exijan que quienes los contratan hagan sus aportes", pero además este malestar se resolvería si los actores tuvieran más trabajo y mejor pago. En este sentido, cree que la noticia de que el Parlamento aprobó en la Rendición de Cuentas un subsidio de $ 6 millones de pesos destinados a la Federación de Teatros Independientes —que se agregarán a los $ 8 millones que ya recibían— "podría generar, como en un efecto dominó, que aumente la formalidad en el sector".

Los olvidados.

Mautone no fue uno de los arquitectos de la ley pero sí es responsable de algunos de sus logros, como la firma de un convenio con la Intendencia de Montevideo y con la Asociación de Productores y Realizadores de Cine del Uruguay (Asoprod), que fijó un tarifario de contratación para estos artistas y técnicos. Aunque los cineastas cumplen su parte, su jubilación no fue contemplada por la ley que acatan. Tampoco la de los artistas plásticos. Ni la de los escritores, que son muchos. Sobre esta indiferencia, Mautone opina: "La ley fue impulsada por las asociaciones gremiales. Y los escritores y artistas visuales, como consecuencia de su propio ejercicio profesional, estaban menos organizados e incidieron menos en la batalla que se dio para que el texto fuera aprobado".
Sin embargo, Varela, de Cooparte, advierte que se está dando "una mala aplicación de la ley". Por esa razón, cuando un escritor, un pintor o un cineasta gana un fondo público y no tiene empresa unipersonal, no le queda otra que cumplir con las exigencias de la institución a través de una factura emitida por una cooperativa o no pueden recibir el pago.
Desde La casa de los escritores, Betty Chiz, su presidenta, cuenta que mantuvieron entrevistas con legisladores para plantear que los escritores sean incluidos en esta ley, pero aún no han obtenido respuestas. Por otro lado, los directores, productores y técnicos de cine no discutieron todavía esta problemática. "Quizás se deba a que tenemos películas desde hace 20 años y es muy reciente", dice Diego Fernández, miembro de la directiva de Asoprod, y explica que en este ambiente suelen abrirse empresas pequeñas para procurar aunque sea una jubilación básica. "Esto me obliga a pensarme como un empresario de pacotilla más que como un artista", dice. Mautone reconoce que con ellos se conserva una deuda y asegura que está trabajando "para que sea saldada y puedan incorporarse" a la norma.
Mientras el reloj corre y la jubilación descansa en un futuro lejano, el actor jubilado Roberto Jones, inspirado en los subsidios vitalicios que reciben algunos artistas veteranos en países como Inglaterra y Argentina, redactó un proyecto de ley que en 2012 presentó el senador blanco Luis Alberto Heber ante la Comisión de Seguridad Social. La propuesta incorpora a todas las ramas del arte y propone crear un Régimen de Reconocimiento Artístico "para todas aquellas personas que se hayan distinguido de un modo notorio contribuyendo al crecimiento e identidad del arte y la cultura".
Los residentes en el país, mayores a 60 años y con al menos un cuarto de siglo de carrera "destacada, manifiesta y perdurable" que soliciten esta gratificación, serán estudiados por una comisión. Si el beneficio se les otorga, la Contaduría General de la Nación se compromete a pagarles 7.000 unidades indexadas por mes (unos $ 25.500), como forma de compensar sus méritos. El proyecto nunca fue discutido en comisión.
Desde que publicó aquel posteo desesperado, Alberto Restuccia recibe cariño y colaboraciones de colegas y seguidores que le agradecen la valentía de haber hecho de su vida una gran obra de arte. Pero hay decenas de otros como él que no tienen Facebook y circulan de asociación en asociación pidiendo algún tipo de ayuda. La lista de ilustrados indigentes crece cada día, dicen los entrevistados, pero aseguran que si no responde el Estado sí lo hará la solidaridad de los artistas, porque, después de todo, ¿quién puede olvidar a sus maestros?

Casi 2 millones de dólares en pensiones.

Casi US$ 2 millones al año le cuestan al Estado las pensiones graciables. Este reconocimiento figura desde la primera redacción de la Constitución, en 1830, y busca recompensar “grandes servicios” a la patria. El 45% de los beneficiarios son deportistas y el resto es variado. Por ejemplo, figuran los actores Alberto Restuccia, Beatriz Massons y el músico Julio Cobelli. Mario Varela, de Cooparte, y Sergio Mautone, de Cultura del MEC, explican que uno de los objetivos de la Ley de Estatuto del Artista es limitar la emisión de las pensiones graciables. “En los últimos dos años y medio ninguna solicitud pasó por mis manos”, aseguró el director de Cultura. Desde SUA, Alicia Dogliotti deja en claro que “este camino es un proceso muy, muy largo”. La iniciativa debe partir desde un gremio, institución o ministerio, ser analizada por una comisión y luego votada en el Parlamento. Recién ahí la pensión se convierte en ley. Este sueldo vitalicio ronda los $ 15.000 mensuales.

Otras salidas para quienes no contempla la ley.

"Los derechos no pueden depender de la fuerza de un gremio", dice Carlos Rehermann, miembro del Colegio de Escritores. Esta rama del arte quedó por fuera de la ley que se aprobó en 2009, al igual que los cineastas y artistas plásticos, "debido en parte a que estaban poco organizados e incidieron menos en la batalla para que el proyecto fuera aprobado", según entiende Sergio Mautone, director de Cultura del MEC."Yo sabía que iba a terminar mal, todos los artistas lo sabemos", dice Felipe Polleri, y el mismo pensamiento comparte su colega Hugo Burel: "Para mí, jubilarme de escritor es una utopía, a pesar de que llevo 23 libros publicados". Ante este panorama, los artistas consagrados pueden sumar algún dinero mediante las pensiones graciables que son otorgadas por el gobierno y presentándose al concurso por becas a la creación artística (Fefca) que da el Ministerio de Educación y Cultura y que gratifican al autor hasta por $ 320.000 y por una única vez.

Un artículo que perjudica a los artistas a la hora del retiro.

Alicia Dogliotti, presidenta de la Sociedad Uruguaya de Actores, cree que como toda ley nueva, la que prevé seguridad social para algunos artistas necesita modificaciones. En especial le preocupa el artículo 11, porque a su criterio dejó instalada una grave contradicción. "La redacción quedó fallida, porque dice que si te vas a jubilar por Industria y Comercio pero trabajaste por la cooperativa Valorarte en los últimos tres meses, también quedás jubilado obligatoriamente como artista", explica. De esta manera, todos aquellos actores, músicos y técnicos que logren jubilarse por otro trabajo (la inmensa mayoría) se verían perjudicados si hicieran aportes como indica la ley, ya que de quedar constancia no podrían seguir actuando. "Es eliminar un renglón, pero es todo un proceso", dice en alusión a la demora que lleva la discusión de este reclamo en el Parlamento.

sábado, 12 de agosto de 2017

MAIA FRANCIA

La uruguaya que brilla en "Las estrellas"

Estudió Ciencias de la Comunicación porque en su familia todos son profesionales y no quería decepcionarlos, pero la vocación de Maia Francia era actuar. Cruzó el charco hace diez años con ganas de “estirar el cordón umbilical” y seguir formándose. Pidió al universo trabajar en el Teatro San Martín y ocho meses después estaba haciendo un bolo en El enemigo del pueblo. Es fanática de los autores clásicos, se consagró en el teatro porteño, y con 36 años quiso probar suerte en la TV. Adrián Suar la eligió en un casting para ser Amanda en Las Estrellas(Canal 12). Sus energías, además, están puestas en el cine.
La uruguaya Maia Francia interpreta a Amanda, la mujer de Lamothe en "Las Estrellas"
12 ago 2017MARIEL VARELA
En casa de Maia Francia todos son profesionales: abogados, médicos e ingenieros. Es uruguaya e hija única. Se recibió de Licenciada en Comunicación para darle el gusto a su familia de sumar otro título, aunque nunca se lo exigieron. Dice que le fascinó la carrera y hacerla fue una forma de agradecer el apoyo que le brindaron en su casa apenas advirtieron que esa niña tenía vocación de artista.
Los padres de Maia no pusieron ningún palo en la rueda cuando ella empezó a demostrar que expresarse desde el arte era su máxima necesidad. Soñó con cantar en los escenarios pero su coqueteo con la música no fue más allá de una bandita de rock en el garaje de la casa de un amigo. Hizo cuatro años de pintura en óleo y acuarela en el Ateneo, y luego se volcó a la narración. En Maia late la necesidad de usar la escritura como canal expresivo y lo hace a través de ensayos "medios amorfos", aunque todavía no se anima a publicarlos.
Dice que se crió entre libros y algodones. Su actividad intelectual estuvo muy estimulada desde la cuna. Hizo la facultad de Comunicación y en paralelo la escuela de arte dramático de El Galpón. Actuó durante seis años bajo la lupa de diversos directores uruguayos como Jimena Márquez, María Azambuya y Luis Trochón. En 2006 decidió probar suerte al otro lado del charco.
—Tenía ganas de ver el mundo, salir del nido de casa y estirar el cordón umbilical. Mi idea no era radicarme en otro país sino salir por un rato, buscar nuevos horizontes y continuar formándome. El plan original fue Londres porque soy una actriz clásica y mi fantasía era especializarme en Shakespeare pero me di cuenta de que es la ciudad más cara del mundo y no podía sostenerme. Y tampoco me interesaba actuar en un idioma que no fuera el español. Me jugó mucho lo personal para elegir Buenos Aires. Me di cuenta de que estaba bien estirar el cordón umbilical pero tampoco tanto, así podría estar cerca de casa. Fui en búsqueda de Juan Carlos Gené. Fue mi maestro durante seis años, pero también un amigo y un padre artístico.
Cruzó el charco sola pero emprendió ese viaje de la mano de China Zorrilla. Es que la actriz de Esperando la carroza iba en el mismo barco que Maia y la joven percibió en ese encuentro un guiño al destino. La atomizó durante todo el trayecto. Le contó sus sueños, sus proyectos y China la alentó, pero también le advirtió algunas cosas desde su experiencia.
"Me dijo que me iba a enamorar de esa ciudad maravillosa y probablemente no me fuera más. Me comentó que al principio llegaría con ojos de turista y gran adrenalina pero con el paso de los meses iba a empezar a sentir el desarraigo". Y resultó tal cual lo pronosticó. Los primeros dos años fueron de gran novelería. Sentía libertad, andaba con su currículum bajo el brazo con mucho empuje, pero luego empezó a advertir que Buenos Aires la atrapaba, sus vínculos se afianzaban ahí y eso le hacía algo de ruido.
—Llevás 10 años allá, ¿pensás volver a radicarte en Uruguay?
—No me gusta ponerme ninguna etiqueta definitiva porque me agobia esa sensación del "para siempre". Necesito tener siempre efectivo como para comprar el pasaje por si me agarra la loca: armo la valija y me vuelvo. Eso me da tranquilidad pero a los cinco minutos digo, no vuelvo nada. En mis años más productivos no creo que retorne. Me gustaría volver con algún proyecto específico. Una película sería ideal porque amo el cine y sería un tiempo acotado.

Camino de hormiga.

A los quince días de estar instalada en Buenos Aires, Maia se paró frente al Teatro San Martín y pronunció una afirmación: "Gracias por permitirme estar en tu escenario". Dejó el currículum en el quinto piso, donde funciona la producción, y a los ocho meses le sonó el teléfono. Era Sergio Renán para invitarla a hacer el casting de un personaje de reparto en El enemigo del pueblo, de Ibsen. Maia estaba feliz. "Tenía un bolo en un elenco protagonizado por Luis Brandoni y en uno de los escenarios más grandes de la ciudad". No podía pedir más.
A partir de ahí no paró de hacer obras. Pero antes de que le llegaran propuestas artísticas debió sobrevivir y pagar las expensas. Así que trabajó en una empresa de catering, fue asistente de dirección y producción, y además, se solventó con el dinero que le mandaban sus padres.
—¿Hubieras sido capaz de meterte en algún escándalo para lograr un papel o un trabajo?
—Jamás. Elegí hacer un camino de hormiga: menos estridente pero mucho más sólido. Trabajo para el premio trayectoria, no para el revelación, ya que éste implica solo haberla pegado una vez. Quiero mirar hacia atrás y tener una historia de coherencia artística. Nunca hubiese entrado en eso. De hecho, la televisión me llega a los 36 años porque ahora la busco, le doy espacio y cabida. Pero ya estoy sólida, tengo prestigio y tres estatuillas encima (dos Florencio Sánchez y un María Guerrero).
El medio donde se mueve como pez en el agua es el teatro. Los autores clásicos son sus preferidos: García Lorca, Calderón de la Barca y Shakeaspeare. Hace dos semanas estrenó El avaro, de Molière en el Teatro Regio con Antonio Grimau a la cabeza, y asegura que "ni loca" se bajaría de las tablas. Quiere alternar el teatro con la pantalla grande, dice que hoy todas sus energías están puestas ahí. Debutó en cine con Espiral Cósmico, un filme independiente de corte experimental y surrealista. Y espera ansiosa que se estrene a fin de año.

Amanda.

Maia sabía que llegaría a la pantalla chica pero no estaba desesperada por conseguirlo. Antes de interpretar a Amanda en Las Estrellas tuvo algunas participaciones fugaces en tiras como La dueña Historias del corazón. Hace un año se sentó junto a los encargados de realizar los castings de Pol-Ka y les planteó que solo la convocaran si era para un rol que tuviera continuidad, desarrollo y le permitiera sacarle jugo.
Este año la sorprendió el llamado de Iliana Rippel, jefa de casting de la productora de Adrián Suar. Quería que audicionara para Las Estrellas. "Fue el primer casting de mi vida que salí muy tranquila. A la cuadra ya pensaba en otra cosa y entendí que esa era la tónica: dar lo mejor de uno pero sin ponerle tanta carga de ansiedad. Me olvidé enseguida. Fue como un trámite y a la semana me llamaron para decirme que había quedado. En principio iban a ser cinco capítulos, pero se convirtieron en diez, veinte, más de treinta".
Interpreta a Amanda, exesposa de Javo (Estaban Lamothe). Él está enamorado de Virginia (Celeste Cid), casada con Ignacio (Rafael Ferro). Su personaje está dentro del bando de las villanas pero la actriz uruguaya prefiere decir que es despechada y no mala. "No entiende que no la quieren más y sigue insistiendo. Nada más ajeno a mí, que no me quedo más de dos minutos donde no me piden". El desafío de componer a una mujer opuesta a ella le entusiasmó. Aunque en televisión los libros llegan sobre la marcha y el proceso creativo no es tan profundo como le gustaría.
De entrada supo que quería correrse del cliché de la mala de la historia. Fue por el lado de la mujer desequilibrada para humanizar a Amanda y volverla creíble. La tira diaria "es una picadora de carne, te meten ahí y hacé lo que puedas. Es una escena atrás de la otra porque cada minuto es carísimo. No hay mucha posibilidad de componer. Por eso me volví más piadosa con los actores que hacen televisión: entendí que el sistema de trabajo es difícil".
—¿Cambia la mirada de tus colegas del teatro hacia vos porque hacés televisión?
—En Uruguay conciliar las dos áreas era más duro. Yo vengo de una formación donde hacer televisión era prostituir tu arte. Un chip antiguo. En Argentina es muy común que los actores pasen de un medio al otro. No cambia. Soy la misma actriz probándome en otro medio.
Se cruza en el pasillo de la productora con todos los actores de Las Estrellas pero solo comparte escenas con Esteban Lamothe, Celeste Cid y Rafael Ferro. "Soy una privilegiada. Me tocó un equipo maravilloso. Son sumamente generosos, grandes compañeros y capitalizan todo el material que yo traía. Nos nutrimos unos de otros".
La televisión es un nuevo lenguaje en el que le gusta experimentar pero por ahora no significa un salto económico para ella: "Cobro bien pero no se acerca a la fantasía que tiene la gente. Eso sucede cuando estás consagrado en la pantalla y podés llegar a negociar un caché importante. Tengo un sueldo digno pero normal".
—¿Consideras que la televisión es una buena vidriera?
—Es una vidriera excelente. Estoy tratando de capitalizar todo lo logrado en estos diez años para colocar mi nombre y hacer que se expanda. Tengo reconocimiento entre el público que es asiduo al teatro, que es un lugar de mucho prestigio, pero bastante hermético. La pantalla te da masividad y popularidad. La gente me para en la calle. Me saco fotos.
—¿Cómo te llevás con la popularidad?, ¿te gusta?
—A este nivel, que es moderado, me resulta preciosa. Soy actriz, no puedo ser hipócrita, me gusta que la gente me reconozca, se acerque, me abrace, me agradezca. Me toca estar en un fenómeno impresionante: Las Estrellas logra niveles históricos de rating y hacía mucho que una tira no conseguía esos números. Muchos capítulos han superado al Bailando y está muy bueno que una ficción pueda superar un espectáculo como ese.
—Natalie Pérez, una de las protagonistas de Las Estrellas, fue como invitada a la salsa de a 3 en el Bailando, ¿aceptarías estar en este reality?
—Como jurado encantada. Pero no creo que le rinda al Bailandoporque no soy escandalosa. Habrá que ver. Todo se conversa y se negocia. Si pudiese entrar con mi estilo, encantada de tener una experiencia así. Si se me exige correrme de mi lugar, no, porque la pasaría mal y me volarían enseguida. Es mucha exposición y no creo que mi perfil sea adecuado para semejante programa.

Montevideana.

Viaja menos de lo que le gustaría a la capital uruguaya. Suele instalarse durante un mes a fin de año para pasar las fiestas. Se ha perdido cumpleaños, casamientos y nacimientos por vivir lejos. Le encanta ir a Atlántida: su familia tiene casa en ese balneario y es el punto de encuentro con sus seres queridos.
Durante el año las escapadas suelen ser fugaces. En 2014 se dio el lujo de traer a Uruguay Golpes a mi puerta, obra maestra de Gené, quien fue su gran mentor, y falleció un año antes del estreno. "El elenco completo estaba integrado por discípulos suyos y fue una suerte de homenaje que le hicimos a su obra amada. Me empeciné con que tenía que viajar con esta obra a Uruguay, me moví y tuve la suerte de llevarla al teatro Maccio, en San José. Hicimos una función a sala repleta y fue una experiencia divina. En Montevideo decidimos hacerla en una iglesia porque la obra trata sobre dos monjas tercermundistas que alojan a un prófugo político, y resultó increíble", relata.
La actriz uruguaya radicada en Buenos Aires atraviesa un duro momento. Su abuela Quita falleció hace poco menos de un mes a los 91 años y la distancia pesó más. "Fue y es la luz de mis ojos", dice. Está triste pero en paz porque su abuela tuvo una vida maravillosa y dice deberle todo. Quita fue una de las que más la estimuló para que se animara a cruzar el charco y se quedara allí.
"Falleció una semana antes de de que Las estrellas se entrenara por Canal 12 en Uruguay, pero mis primos le mostraban los capítulos por Youtube así que estoy feliz de que haya podido verme actuar. Siento dolor pero la celebro en paz. Cada paso que dé en mi vida estará dedicado a ella".

viernes, 11 de agosto de 2017

VOCACION QUE EMOCIONA

Gabriela Madrid recorre todos los días 140 kilómetros en moto para ir a darle clase a una niña en el departamento de Lavalleja.
TELEDOCE.COM

7 lingotes de oro con la esvástica Nazi; las cuales son avaluadas en miles de millones de dólares.

Joven uruguayo multimillonario.

 viernes 11 agosto  94915 Compartes
Joven uruguayo multimillonario.
Un joven uruguayo de la localidad de Dolores se transformó en la tarde de hoy 9 de julio en multimillonario.

El joven estaba en el patio de su casa haciendo un pozo para plantar un árbol, ya que el mismo es ambientalista, lo que le sucedió a las 16 y 30 hs le cambiaría su forma de vida.

Este al estar cavando el pozo se topa con un objeto metálico, al descubrir la tierra que le tapaba distingue que es una caja metálica, la cual está un poco deteriorada por el paso del tiempo.
El joven toma la caja, la cual le era bastante pesada, y al abrirla se lleva la sorpresa de su vida al descubrir que envueltos en unas viejas telas se encontraban 7 lingotes de oro con la esvástica Nazi; las cuales son avaluadas en miles de millones de dólares.
El joven con tan sólo 29 años de edad se a convertido en millonario, sus vecinos afirman que es un joven muy querido en el barrio. 
Valla golpe de suerte ha tenido este joven doloreño.