"La educación es mucho más importante que el arte"
El Museo Reina Sofía está realizando una exposición del artista plástico uruguayo más importante del momento, Luiz Camnitzer
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CARLOS REYES
Domingo, 28 Octubre 2018 04:00
Que el madrileño Museo Reina Sofía, le esté dedicando una gran exposición retrospectiva, confirma la estatura de Luis Camnitzer, como el gran artista uruguayo, hoy, en el mundo. La muestra se llama Hospicio de utopías fallidas, ocupa todo el tercer piso del museo hasta el 4 de marzo. “Esta exposición es la más perfecta que se hizo de mi obra. Si hay algo que está mal en ella es porque mi obra es mediocre, y no porque la exposición esté mal”, le dijo el artista a El País desde su casa en Nueva York.
-¿Por qué Hospicio de utopías fallidas?
—Lo que pasa es que cuando escribo correos electrónicos, en general pongo abajo alguna empresa que se me ocurre, de la cual puedo ser el director, o el empresario, dado que en la vida real nunca va a pasar eso. Y son instituciones críticas de lo que está pasando. Y una de esas empresas fue el hospicio. Y cuando surgió esta retrospectiva, decidimos usar eso como título de la muestra. En parte porque el edificio del Reina Sofía originalmente había sido un hospicio, cosa que yo no sabía. Y también me pareció apropiado para mi generación, que creía en las utopías en los años 50 y 60, y hoy lo ve con desilusión.
—¿Cómo fue concebido el montaje?
—Son 18 espacios en el tercer piso, en una sala muy grande. Hay instalaciones, obras sueltas, y trata de ser una retrospectiva de más o menos 52 años, desde 1966 hasta hoy. Arranca con mis primeras obras que luego se llamaron conceptuales, y termina con una obra que hice especialmente para esta muestra. No es totalmente cronológica, pero tiene un cierto orden en ese sentido.
-¿Con qué tipo de materiales están hechas esas obras?
—Lo que pasa es que el formato instalación, de la cual hay varias, no tiene un material particular: se usa lo que se necesita. Hoy día el arte ya no es una manualidad artesanal, sino que trata con la solución de problemas, la expresión de problemas. Se maneja más bien en el campo del conocimiento. Un conocimiento no sujeto a la lógica, a la causa y efecto, como sería las ciencias. El arte recoge todo lo que hace la ciencia pero incluye la imaginación sin límites, lo absurdo, lo ridículo, el fracaso.
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Artista en Nueva York
El Museo de Arte Moderno de Nueva York, el MOMA, tiene varias obras de Camnitzer en su acervo y lo ha incluido en varias retrospectivas temáticas e individuales. Vea la página de Camnitzer en el MOMA, acá.
—Si usted tuviese que dividir su carrera en etapas, ¿cómo lo haría?
—Cuando me fui de Montevideo era un grabador expresionista, y en 1965 tuve una crisis, y me dejó de interesar el arte expresivo, individualista. Y empecé a trabajar con lenguaje, y arranqué con lo que sigo haciendo hoy. Y dentro de eso no creo que haya etapas: las obras visualmente cambian, pero dentro de un discurso bastante continuo. Me propongo problemas y busco soluciones. Pero no estoy atado ni a una técnica, ni a un estilo. Es la forma en que pienso lo que da el hilo conductor a todas las obras.
-¿A qué distancia ubica su obra de la de Torres García?
—Torres sentía la pintura, y a través de ella canalizaba lo que él pensaba. Y yo trabajo al revés. Aparte que no sé pintar. Hay problemas que se planteaba Torres García que hoy no son vigentes. Como conectar con una tradición precolombina, como excusa para hacer arte. Eso ya no sirve. En su momento era un problema identitario útil. Pero Torres ayudó mucho a despejar el camino, para gente como yo. Pero luego yo tomé un camino nuevo, que tiene que ver con la mezcla del arte y la educación. Para Torres esa mezcla era una formación artística. Para mí tiene que ver con una educación de la imaginación, que no solamente se aplica al arte.
—En ese sentido su obra ensayística y su obra plástica no tienen mayor distancia.
—Sí, para mí es la misma actividad que se maneja en distintos medios. Hay problemas que los resuelvo escribiendo y hay problemas que los resuelvo con una instalación, o con un grabado. El problema del pintor tradicional es que trata de resolver todos los problemas a través del pincel, o del pigmento y la superficie. Entonces, hay una limitación en cómo se plantean los problemas: lo que no es pintable no es percibido.
—En buena medida hay una parte de su obra que es como un diseño que usted manda realizar a terceros.
—Sí, eso es coherente con mi idea de que el arte es algo colectivo. No creo que una obra valga más porque la haya tocado el artista, sino que la tocó un artesano. Eso me parece algo del siglo XIX, que fue respetado también en el siglo XX pero hoy es anacrónico. En última instancia, si lo mirás a través de varios siglos el arte, es algo anónimo, y colectivo. Yo tengo un taller en mi casa, mínimo, y si tengo que producir cosas trato de delegarlas. Escribo mucho y sigo pensando en pedagogía.
—¿Cómo concibe el arte?
—Yo no sé si el arte sirve para algo. Cualquier acto que hagamos puede ser visto como un estímulo que abre puertas para el conocimiento, o como una situación de consumo, en la que el consumidor sea pasivo. Y es esa consideración la que a mí me interesa. Yo tiendo a tratar de abrir puertas, y no de cerrarlas. Que eso después se llame arte o no, es menos interesante. Y en mi caso, soy artista por un accidente biográfico. No porque haya decidido que el arte es la mejor manera de cambiar el mundo. Me parece que la educación es mucho más importante que el arte.
—¿Cuánto cambió Estados Unidos desde que usted se radicó allí?
—Muchísimo. Antes era un imperio opresor hacia afuera. Adentro había racismo, desigualdad económica, pero había cierto sentido de dignidad humana, si bien podía ser hipócritamente. Esa parte de dignidad humana se fue diluyendo. Con Barack Obama parecía que repuntaba, y hoy estamos a punto de estar en el fascismo, sin ningún escrúpulo de ninguna clase. En ese sentido, hay un deterioro más allá de lo imaginable.
PERFIL
Un artista de altura mundial
Nació en 1937 en Lübeck, Alemania. Sus padres fueron refugiados judíos que huyeron de la Alemania nazi a Uruguay, y él creció en una Montevideo. Se formó en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República y la Escuela Nacional de Bellas Artes, de la que egresó en 1959. Despues de un pasaje por Alemania, obtuvo la beca Guggenheim y viajó a Estados Unidos, país en el que aún vive. Exploró alternativas conceptuales al grabado desde el grupo New York Graphic Worksohp(1964). Se perfeccionó en el Pratt Institute de Nueva York y ejerció la docencia de Arte en la Farleigh Dickinson University de la misma ciudad. Fue curador de arte emergente en The Drawing Center de Nueva York desde 1999 hasta 2006. Sus obras integran las colecciones permanentes de museos de América Latina, Europa y Estados Unidos. Mucha obra está en el acervo del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
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