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domingo, 28 de octubre de 2018

Vicky Barranguet:

Vicky Barranguet: “Pinto buscando el balance perfecto”

Las artista uruguaya triunfa en Nueva York con sus grandes e intensos lienzos que exhiben energía, algo de caos y mucha inspiración.
Vicky Barranguet
Foto: Edu Milieris
Todos me preguntan cuánto tiempo me lleva pintar un cuadro. Y siempre respondo: ‘20 años’. Porque ese es el tiempo que llevo pintando”, dice Vicky Barranguet desde el barrio Astoria, parte de Queens, uno de los cinco distritos de Nueva York. La respuesta estándar de Barranguet es bastante apropiada para apreciar el estilo de su obra, donde los límites son difusos y no queda nada claro cuál es el principio y cuál el fin. Colores, formas y trazos se entremezclan y superponen en un magma caótico y enérgico. “Sí, hay caos en mi obra”, acota la pintora.
Ese caos está encontrando cada vez más adeptos en el mercado del arte neoyorquino e internacional. Barranguet es la artista de la temporada (otoño boreal) de la galería online Saatchi Art, una plataforma virtual que -por el volumen de artistas que maneja y también por sus equipos de curadores y promotores- se ha convertido en una de las más importantes de la actualidad. A través de esa página se pueden adquirir obras de Barranguet, que pueden ir de los 5.000 a los 28.000 dólares. Pero sus obras también pueden comprarse a la vieja usanza -entrando a una galería de arte- o incluso a través de las redes sociales. “Sí, también vendo gracias a Instagram”, comenta.
Barranguet está en un momento particularmente fructífero e intenso en su trayectoria artística. Además de ser prolífica también está obteniendo cada vez más reconocimiento y alcance. “Estos últimos dos o tres años, mi actividad profesional se ha intensificado mucho”, agrega y menciona que este año va a culminar con su participación en seis ferias de arte (grandes eventos para difundir y comercializar arte), la próxima de ellas en Miami. Además, también hace cada vez más pinturas por encargo, como el gran cuadro que pintó el año pasado para uno de los locales neoyorquinos de la empresa de consultoría Price Waterhouse Cooper.
A diferencia de quienes primero se hacen un nombre en su país antes de trascender en otros lados, Barranguet no tenía trayectoria en Uruguay antes de empezar a hacerse notar en Estados Unidos. La suya es una carrera hecha enteramente en ese país. En 1996, con 23 años, se mudó a Boston a vivir con su entonces pareja y actual esposo, el pianista Gustavo Casenave, quien en ese momento iba a la Universidad de Música de Berklee. Al año, la pareja se había mudado a Nueva York y ella —que ya había empezado a tomar clases de dibujo y pintura en Boston— empezó a ir a The Art Students League, una escuela de arte en la que, por ejemplo, también se formaron artistas como Man Ray, Robert Rauschenberg, Jackson Pollock y Mark Rothko.

Justamente, uno de los profesores más importantes para Barranguet, William Scharf, había sido discípulo de Rothko. Scharf fue una influencia significativa para Barranguet como artista, aunque ella señala que de todos los profesores que tuvo —entre ellos, Clever Lara— aprendió algo importante.
“Scharf era un tipo alucinante”, dice la artista recordando a su antiguo maestro, con quien mantuvo contacto luego de egresar de la escuela y que falleció este año. “Con él empecé haciendo arte figurativo, dibujando con modelos y demás. Pero cuando estuve con él estudiando de alguna forma por su influencia me fui yendo cada vez más hacia lo abstracto”.
Otra influencia importante es la música de su marido. Cuando empezaron a convivir, él tocaba el piano y ella pintaba. La relación entre los oídos y la mano de Barranguet se estrechó tanto que no puede crear sus grandes lienzos abstractos si no hay música sonando: “Cuando él no estaba y faltaba la música, me faltaba algo para la creación. Nos llevó un tiempo darnos cuenta de eso, pero en un momento se nos dio por hacer un espectáculo en vivo, donde él tocara y yo pintara. Y la primera vez que lo hicimos fue en 2005, en la Sala Zitarrosa. Y luego seguimos haciéndolo acá en Estados Unidos. Cuando lo empezamos a idear, le decía a Gustavo que me iba a costar mucho estar frente al público, pero no fue así. Pintando, me siento muy cómoda y de alguna manera llevamos lo que hacíamos en casa a los escenarios”.
Vicky Barranguet
Foto: Edu Milieris

CALIDAD

Barranguet ya no pinta en su casa. Luego de deambular por varios lugares, consiguió tener su propio estudio en el barrio de East Harlem, al cual llega cruzando el río (East River) que separa a Queens de Manhattan. Ese fue un cambio importante para ella como artista, y no duda en atribuir su buen momento a tener su propio estudio. También influye en su racha que sus hijas ya están un poco más grandes (9 y 15 años respectivamente) y ella dispone de un poco más de tiempo para su creación.
Vicky Barranguet, estudio
Foto: Gentileza Vicky Barranguet
También fue fundamental el destaque de Saatchi Art, y la promoción que esa galería hace de sus obras. “El mundo del arte está cambiando drásticamente y uno de esos cambios es que está pasando lo mismo que ha pasado con Uber o Airbnb”, dice en referencia a que lo físico tiende a desaparecer y ser reemplazado por lo virtual. “Cada vez cierran más galerías. Eso se ve constantemente acá en Nueva York. Lo físico se va a la plataforma online. Eso hace que haya cada vez más ferias de arte y la oferta es monstruosa. Han aparecido muchas plataformas online y dos de las primeras fueron Artsy y Saatchi Art. La diferencia es que Artsy es exclusivamente para galerías, mientras que a Saatchi Art cualquier persona puede subir su arte, sea profesional o no. Eso es bastante polémico, pero Saatchi Art tiene un grupo de curadores que trabajan constantemente, y eso hace la diferencia en cuanto a la calidad”.
Vicky Barranguet promo
Foto: Edu Milieris / Saatchi Art
Esos cambios, continúa, le han dado más poder a los artistas, pero también le han dado mucha más competencia. Como ella misma dice, la oferta es monstruosa, y destacarse entre tantos no es fácil. “Yo también me promociono mucho más, le pongo todo lo que puedo a eso, porque tengo una familia y tengo que vender. Es rarísimo promocionarse a sí mismo, es narcisista”.
Aunque dice que le encantaría tener una presencia más destacada en Uruguay, sostiene que es muy difícil. En parte porque actualmente tiene mucho trabajo en Nueva York, y en parte porque la ciudad misma “te absorbe, te come”, como explica. Sin embargo, a mediados de la década pasada tuvo que regresar a Uruguay y estuvo por más de un año viviendo acá. Ahí empezó a ir al taller de Clever Lara, aunque al principio no estaba segura de si sería útil ir, por las grandes diferencias de estilo entre ella y Lara. “Pero el input que me dio sigue estando en mi obra”.
En parte, lo que Barranguet destaca de casi todos sus maestros es que le permitieron y estimularon a ser libre y expresar lo que quisiera. “Una sola vez me pasó, en Boston, con una profesora que -más allá de las enseñanzas técnicas- no me dejaba expresarme. Y eso me bloqueó, no podía pintar. Fue la primera vez que me pasó”.
—¿Te pasó alguna vez más?—Cuando Donald Trump fue elegido presidente. Fue como un luto, terrible. No podía pintar.
El camino de vuelta hacia la pintura luego de esa experiencia vino de una invitación a participar de una muestra colectiva llamada Trumpomania, y realizada el año pasado en la galería Salomon Arts Gallery. “Empecé a buscar la forma de expresar lo que sentía a mi manera, pintando abstracto. Pero no me salía. Pensaba: ‘Esto es muy lindo para este tipo’. No podía”. La solución fue volver a pintar como no había hecho en muchos años: de manera figurativa”. A esa obra, Barranguet le adosó un texto de Eduardo Galeano para redondear su comentario sobre la elección de Trump como presidente de Estados Unidos.
Vicky Barranguet
Foto: Gentileza Vicky Barranguet
—Vuelvo a la pregunta del principio. ¿Cómo sabés cuándo un cuadro está pronto?
—Mientras pinto, voy buscando el balance perfecto, y llega un momento en el cual la obra tiene vida propia, habla por sí misma. A veces, eso ocurre luego de meses de trabajo. Otras, solo lleva unas horas.

Sus cosas

Un músico “Mi pintura está muy inspirada en la música, se basa en ella. Y mi compositor favorito es mi esposo, Gustavo Casenave. Sobre todo me gustan sus improvisaciones de jazz o tango, ya sea cuando toca solo o cuando lo hace en el formato de trío”, dice la artista.

Un artista “Una vez fui al Metropolitan Museum of Art y me topé con una escultura que me impactó profundamente. Me fijé en el nombre del artista y encontré una dirección de correo electrónico. Le escribí y aún seguimos en contacto”, dice sobre el escultor El Anatsui, de Ghana. “Otro artista que me gusta mucho es Guillermo García Cruz”.

Un restaurante “Nueva York tiene una oferta de comida enorme, y donde vivo hay muy buenos restaurantes de comida mediterránea, en parte porque viven muchos descendientes de griegos. Pero un restaurante a donde vamos a menudo con Gustavo es a Charrúa, el lugar de chivitos de Gonzalo Bava”.

El Museo Reina Sofía está realizando una exposición del artista plástico uruguayo más importante del momento, Luiz Camnitzer

"La educación es mucho más importante que el arte"

El Museo Reina Sofía está realizando una exposición del artista plástico uruguayo más importante del momento, Luiz Camnitzer
Luis Camnitzer
Luis Camnitzer, una retrospectiva en uno de los mayores museos de España. Foto: Fernando Ponzetto
Que el madrileño Museo Reina Sofía, le esté dedicando una gran exposición retrospectiva, confirma la estatura de Luis Camnitzer, como el gran artista uruguayo, hoy, en el mundo. La muestra se llama Hospicio de utopías fallidas, ocupa todo el tercer piso del museo hasta el 4 de marzo. “Esta exposición es la más perfecta que se hizo de mi obra. Si hay algo que está mal en ella es porque mi obra es mediocre, y no porque la exposición esté mal”, le dijo el artista a El País desde su casa en Nueva York. 
-¿Por qué Hospicio de utopías fallidas?
—Lo que pasa es que cuando escribo correos electrónicos, en general pongo abajo alguna empresa que se me ocurre, de la cual puedo ser el director, o el empresario, dado que en la vida real nunca va a pasar eso. Y son instituciones críticas de lo que está pasando. Y una de esas empresas fue el hospicio. Y cuando surgió esta retrospectiva, decidimos usar eso como título de la muestra. En parte porque el edificio del Reina Sofía originalmente había sido un hospicio, cosa que yo no sabía. Y también me pareció apropiado para mi generación, que creía en las utopías en los años 50 y 60, y hoy lo ve con desilusión.
—¿Cómo fue concebido el montaje?
—Son 18 espacios en el tercer piso, en una sala muy grande. Hay instalaciones, obras sueltas, y trata de ser una retrospectiva de más o menos 52 años, desde 1966 hasta hoy. Arranca con mis primeras obras que luego se llamaron conceptuales, y termina con una obra que hice especialmente para esta muestra. No es totalmente cronológica, pero tiene un cierto orden en ese sentido. 
-¿Con qué tipo de materiales están hechas esas obras?
—Lo que pasa es que el formato instalación, de la cual hay varias, no tiene un material particular: se usa lo que se necesita. Hoy día el arte ya no es una manualidad artesanal, sino que trata con la solución de problemas, la expresión de problemas. Se maneja más bien en el campo del conocimiento. Un conocimiento no sujeto a la lógica, a la causa y efecto, como sería las ciencias. El arte recoge todo lo que hace la ciencia pero incluye la imaginación sin límites, lo absurdo, lo ridículo, el fracaso.
LINK

Artista en Nueva York

El Museo de Arte Moderno de Nueva York, el MOMA, tiene varias obras de Camnitzer en su acervo y lo ha incluido en varias retrospectivas temáticas e individuales. Vea la página de Camnitzer en el MOMA, acá.
—Si usted tuviese que dividir su carrera en etapas, ¿cómo lo haría?
—Cuando me fui de Montevideo era un grabador expresionista, y en 1965 tuve una crisis, y me dejó de interesar el arte expresivo, individualista. Y empecé a trabajar con lenguaje, y arranqué con lo que sigo haciendo hoy. Y dentro de eso no creo que haya etapas: las obras visualmente cambian, pero dentro de un discurso bastante continuo. Me propongo problemas y busco soluciones. Pero no estoy atado ni a una técnica, ni a un estilo. Es la forma en que pienso lo que da el hilo conductor a todas las obras.
-¿A qué distancia ubica su obra de la de Torres García?
—Torres sentía la pintura, y a través de ella canalizaba lo que él pensaba. Y yo trabajo al revés. Aparte que no sé pintar. Hay problemas que se planteaba Torres García que hoy no son vigentes. Como conectar con una tradición precolombina, como excusa para hacer arte. Eso ya no sirve. En su momento era un problema identitario útil. Pero Torres ayudó mucho a despejar el camino, para gente como yo. Pero luego yo tomé un camino nuevo, que tiene que ver con la mezcla del arte y la educación. Para Torres esa mezcla era una formación artística. Para mí tiene que ver con una educación de la imaginación, que no solamente se aplica al arte.
—En ese sentido su obra ensayística y su obra plástica no tienen mayor distancia.
—Sí, para mí es la misma actividad que se maneja en distintos medios. Hay problemas que los resuelvo escribiendo y hay problemas que los resuelvo con una instalación, o con un grabado. El problema del pintor tradicional es que trata de resolver todos los problemas a través del pincel, o del pigmento y la superficie. Entonces, hay una limitación en cómo se plantean los problemas: lo que no es pintable no es percibido.
—En buena medida hay una parte de su obra que es como un diseño que usted manda realizar a terceros.
—Sí, eso es coherente con mi idea de que el arte es algo colectivo. No creo que una obra valga más porque la haya tocado el artista, sino que la tocó un artesano. Eso me parece algo del siglo XIX, que fue respetado también en el siglo XX pero hoy es anacrónico. En última instancia, si lo mirás a través de varios siglos el arte, es algo anónimo, y colectivo. Yo tengo un taller en mi casa, mínimo, y si tengo que producir cosas trato de delegarlas. Escribo mucho y sigo pensando en pedagogía.
—¿Cómo concibe el arte?
—Yo no sé si el arte sirve para algo. Cualquier acto que hagamos puede ser visto como un estímulo que abre puertas para el conocimiento, o como una situación de consumo, en la que el consumidor sea pasivo. Y es esa consideración la que a mí me interesa. Yo tiendo a tratar de abrir puertas, y no de cerrarlas. Que eso después se llame arte o no, es menos interesante. Y en mi caso, soy artista por un accidente biográfico. No porque haya decidido que el arte es la mejor manera de cambiar el mundo. Me parece que la educación es mucho más importante que el arte.
—¿Cuánto cambió Estados Unidos desde que usted se radicó allí?
—Muchísimo. Antes era un imperio opresor hacia afuera. Adentro había racismo, desigualdad económica, pero había cierto sentido de dignidad humana, si bien podía ser hipócritamente. Esa parte de dignidad humana se fue diluyendo. Con Barack Obama parecía que repuntaba, y hoy estamos a punto de estar en el fascismo, sin ningún escrúpulo de ninguna clase. En ese sentido, hay un deterioro más allá de lo imaginable. 
PERFIL

Un artista de altura mundial

Nació en 1937 en Lübeck, Alemania. Sus padres fueron refugiados judíos que huyeron de la Alemania nazi a Uruguay, y él creció en una Montevideo. Se formó en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República y la Escuela Nacional de Bellas Artes, de la que egresó en 1959. Despues de un pasaje por Alemania, obtuvo la beca Guggenheim y viajó a Estados Unidos, país en el que aún vive. Exploró alternativas conceptuales al grabado desde el grupo New York Graphic Worksohp(1964). Se perfeccionó en el Pratt Institute de Nueva York y ejerció la docencia de Arte en la Farleigh Dickinson University de la misma ciudad. Fue curador de arte emergente en The Drawing Center de Nueva York desde 1999 hasta 2006. Sus obras integran las colecciones permanentes de museos de América Latina, Europa y Estados Unidos. Mucha obra está en el acervo del Museo de Arte Moderno de Nueva York.

lunes, 8 de octubre de 2018

nominados al balón de oro


Cavani y Godín están nominados al Balón de Oro

Los Celestes figuran entre los diez primeros jugadores desvelados que aspiran al histórico trofeo que organiza France Football.
Cavani y Godín celebran el gol del "Matador" ante Rusia. Foto: Nicolás Pereyra.
Foto: Nicolás Pereyra.
Los uruguayos Diego Godín (Atlético Madrid) y Edinson Cavani (PSG), el argentino Sergio Agüero (Manchester City), los brasileños Alisson Becker y Roberto Firmino (Liverpool) figuran entre los diez primeros jugadores desvelados que aspiran al Balón de Oro, señaló este lunes en las redes sociales France Football, organizadora del trofeo.
La lista de 30 nombres se completará este lunes. El Balón de Oro, trofeo individual que se entrega tras la votación de periodistas de todo el mundo, se conocerá el 3 de diciembre.
Karim Benzema (Real Madrid), Cristiano Ronaldo (Juventus), Gareth Bale (Real Madrid), Thibaut Courtois (Real Madrid) y Kevin De Bruyne (Manchester City) son los otros candidatos desvelados, por orden alfabético, hasta el momento.
Ronaldo, en el centro de la tormenta por acusaciones de violación en Estados Unidos, es el defensor del trofeo. Lo ha ganado en cinco ocasiones, récord que comparte con su gran rival Lionel Messi. Juntos lo han dominado en la última década.
France Football introdujo dos novedades este año, un Balón de Oro femenino y el Trofeo Kopa, al mejor jugador de menos de 21 años. También se conocerán el 3 de diciembre.
La mejor jugadora será elegida mediante la votación de los periodistas, como en categoría masculina, pero el Trofeo Kopa lo decidirán los 33 Balones de Oro vivos, "entre ellos Denis Law, Franz Beckenbauer, Michel Platini, Jean-Pierre Papin, Marco Van Basten, Zinédine Zidane, Lionel Messi o Cristiano Ronaldo", señaló France Football en un comunicado.
Kylian Mbappé, de 19 años y goleador en la final del Mundial que ganó Francia, parece el gran favorito.