POLLY FERMAN
"Nueva York entiende lo que yo hago y me apoya"
El 5 de diciembre de 1951 una niña llamada Polly Graciela Ferman se presentaba para dar un concierto en la Sala Verdi, dando los primeros pasos de una carrera que la llevaría por el mundo.
CARLOS REYES10 ago 2017
Este domingo a las 18:00, la destacada pianista uruguaya regresa a esa sala, con un concierto que conjuga lo popular y lo culto. La entrada a Habaneras, milongas, tangos es gratis.
—En el concierto de este domingo va a tocar habaneras, milongas y tangos...
—Sí, es un programa el homenaje a La Cumparsita, que recorre la historia del tango antes y después de llegar al Río de la Plata. El objetivo es ir hacia el origen del tango, más allá de lo que se da por hecho. Sin dejar de lado la habanera, que es la mamá del tango, ni la milonga, que surge campestre y luego llega al puerto.
—¿Ese repertorio usted lo comenta con el público?
—Sí, en mis recitales trato siempre de contar historias, de salir de la rigidez de esos recitales que hacía de joven, que eran de música clásica, y estaban más referidos a no equivocarse, no hablar. Había una distancia con el público. Y sin embargo, el acercamiento de la palabra por un lado rompe el hielo. Y eso lo tuve que desarrollar mucho cuando me fui a vivir a Nueva York, porque tenían un desconocimiento enorme al respecto, inclusive de dónde quedaba Uruguay. Y para dar repertorio latinoamericano, tuve que ilustrar un poco la música.
—¿Hay apertura en Nueva York hacia ese tipo de música latinoamericana?
—Mirá, por suerte (es horrible decirlo) la música europea está un poco demodé. Lo que está pasando es que la gente que quiere atraer público a los conciertos, con la música clásica tiene un público mayor en edad. Y esa gente mayor se está muriendo, y para atraer nueva audiencia lo latinoamericano (hasta Piazzolla) es lo más popular que ellos incluyen. Incluso las compañías de ópera, que en Estados Unidos hay cantidad, están haciendo María de Buenos Aires, de Piazzolla. Como en diez compañías de ópera al mismo tiempo. Las presentan con subtítulos, aunque traducir a Horacio Ferrer es dificilísimo.
—La música de Piazzolla es muy aceptada en Nueva York.
—Sí, Piazzolla nos ayuda a todos, a todos los músicos y a toda la cultura latinoamericana. Porque ahora, después de muchos años, su música está llegando a las salas de conciertos donde están los grandes artistas. Yo vi pasar su música de los conciertos de verano (porque nadie se atrevía mucho a programarlo), a las salas importantes. Y cuando presentan a Piazzolla, siempre agregan algo de Alberto Ginastera o de Silvestre Revueltas. Dando la oportunidad de difundir a otros compositores latinoamericanos.
—Usted también es fundadora y presidenta de Pan American Musical Art Research (Pamar). ¿Qué público convoca con esas actividades?
—Americano, a mí me interesa el público americano y los turistas. Porque el público latinoamericano viene por los propios músicos y artistas, que tienen sus seguidores. Pero yo todo lo que hago en Nueva York, no lo podría haber hecho en ninguna otra parte del mundo. Nueva York entiende lo que yo hago, y me apoya. El poco dinero que recibo para llevar adelante esos proyectos, es con dinero del gobierno. Y el otro día me llaman para decirme que el 22 de agosto va a venir la presidenta de uno de los condados de la ciudad a mi oficina, a sacarse una foto conmigo, con un cheque gigante, porque me dieron dos mil dólares. Y yo les dije que yo no tengo oficina, que todo lo hago desde mi casa.
—Siendo niña, usted se presentó, en 1951, en la Sala Verdi, donde vuelve este domingo.
—Sí, para mí el concierto de este domingo es como cerrar un círculo, es volver a tocar en la Sala Verdi. En ese concierto de niña yo estaba tan nerviosa que me había venido urticaria, me picaba todo el cuerpo. Y esa desesperación, de querer rascarme y tener que tocar concentrada, creo que fue de las experiencias más duras de mi vida.
—¿En qué parte de Manhattan vive?
—Vivo en Washington Heights, en una zona que es como la última parte que quedaba por desarrollar en Manhattan. Es un lugar de mucha población dominicana, y hay una calle en la que uno se siente que está en el Caribe, porque está todo el mundo con la música alta, y hay puestos de verdura en la calle. Pero eso lamentablemente va camino a transformarse.
—¿Qué descubrió viviendo en Nueva York?
—A pesar de ser montevideana, siempre me sentí como en casa. Incluso mejor: porque son todos inmigrantes que se tienen que ganar la vida, y lo que hagan, lo tienen que hacer bien. El que limpia los vidrios, lo tiene que hacer mejor que otro que limpia los vidrios. Es un lugar desafiante. Y aunque no soy competitiva, me gustan los desafíos, porque me permiten crecer.
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